#2 - El Gesto Arquitectónico: Una proceso dialogal para hacer espacios de vida.

 El gesto arquitectónico es un proceso en el hacer más que algo que se discierne como espectral al observar una obra construida. Ese gesto, sin embargo, si se da en la unicidad casi etérea (entre idea (diseño) y hecho (construcción) que expresa la gestión del arquitecto en todas las instancias de su trabajo. En ese sentido, se argumenta que tanto es un gesto arquitectónico en la mente del arquitecto, como también lo es en papel, en una maqueta o ya en los ladrillos. El mismo, se debe entender como todos los procesos que minuciosamente se van dando y amalgamando, al punto que genera las construcciones en las que se hace vida cada día. Por otra parte, es importante recalcar que estos componentes del gesto arquitectónico (idea (diseño) y hecho (construcción) no entran en conflicto.  Al contrario, son codependientes porque eso que produce el arquitecto y que queda plasmado, es decir, el diseño y finalmente un espacio físico concreto es un gesto, una expresión de la arquitectura. En ese sentido, todas esas acciones que conducen a la finalidad de producir arquitectura componen el gesto arquitectónico. Concretamente, eso supone que desde la investigación de los arquitectos para inspirarse, hasta una obra arquitectónica completada tan famosa como el “Sydney Opera House” cuando alguien la admira, todo eso es parte de un proceso metabólico, como lo llamaría Hegel, que comprende el gesto arquitectónico. 


El gesto arquitectónico es profundamente artístico, puesto que es el componente de la sensibilidad artística el que humaniza a la arquitectura. En ese sentido, es el arte el que otorga una profundidad y macrovisión exclusiva que separa así a la arquitectura de la ingeniería y de otras expresiones más matemáticas o científicas. El arte se cuela en cada uno de los procesos del gesto arquitectónico puesto que desde la concepción de una idea para una construcción, existe un deseo fundamental de que los espacios sean bellos, que dialoguen con un lenguaje arquitectónico preexistente en armonía y que naturalmente, sean agradables a la vista. Esa noción de la arquitectura como arte es sumamente importante, pero más aún, sirve como una ventana para comprender qué es lo que el arquitecto valora y considera como arte en el aspecto de lo que comprende la estética, búsqueda de la verdad a través de la perfección y la belleza. El componente de arte en la arquitectura es el que infunde con carácter los espacios y que también abre la puerta a conocer los cánones de estética de una determinada época, cultura, región, grupo social, etcétera. Es decir, que el componente artístico (no es meramente el aspecto decorativo), es más bien todo lo que engloba el proceso de  ideación y diseño convirtiéndolo así en un pilar que hace única a la arquitectura como rama. Sirva como ejemplo de esto que idear un espacio en India con fines residenciales o en Boston con fines culturales supone para un reto para el diseño del arquitecto, primero, porque tiene ante sí proyectos con finalidades distintas, pero eso no es lo más importante. Lo que vale la pena considerar más minuciosamente es que cada lugar presenta un contexto distinto donde la idea de belleza y esteticidad es diametralmente distinta. Cada uno de esos  lugares tienen una riqueza cultural y bagaje histórico diversos que reclama ser envueltos en los espacios modernos que se diseñan y construyen cada día. Es ahí donde el arquitecto tiene que entrar un diálogo que le permite compaginar formas, colores, estilos y crear algo relevante, útil y bello. 





También el gesto arquitectónico tiene un aspecto profundamente técnico, estricto, preciso y matemático que comprende el lado analítico, racional y más realista que guía y en ocasiones controla las ideas y diseños de los arquitectos. Se podría decir que el gesto arquitectónico comienza en el mundo de las ideas (con el arte), pero toma corporalidad y aterriza cuando se enfrenta a los paradigmas que pueden ser restricciones (económicas, de estilo y forma, entre otras). Todo eso es importante para garantizar que una gran idea pueda tomar forma real y sea viable en lo económico y segura en lo estructural. El arquitecto tiene en sus manos una tarea complejísima en la medida que su gestión requiere una sensibilidad cultural y creativa importante pero también un rigor implacable que le permite crear diseños bellos, seguros y funcionales. Cabe destacar que el gesto arquitectónico está también en entender que ciertos materiales son más económicamente viables, que hay momentos donde el diseño sobrepasa lo que el cliente puede pagar. En esa misma línea, también el gesto está en que hay ciertos elementos en diseño que son importantes añadir para que las edificaciones tengan estructuras estables y resilientes que un arquitecto debe considerar a instancias de la solicitud de un ingeniero.  En ese sentido, es importante entender que el trabajo del arquitecto no queda relegado a los escritorios y las maquetas, sino que es un ejercicio activo de ponderaciones y diálogos. 


Una construcción, por ende, más allá de ser íntegramente lo que algún arquitecto o arquitecta diseñó, es producto de una gestión y más importante, de un diálogo. En ese sentido, lo que se quiere argumentar es que el gesto arquitectónico se forja en esa conversación que muchas veces es complicada, puesto que obliga al arquitecto a entrar en un intercambio con el contexto, la cultura, los clientes, ingenieros y consigo sobre qué y cómo se va a plasmar algo que al estar construido realmente sirva y aporte a la sociedad de forma sostenible, creativa y viable. Se dan conversaciones internas, como ejemplo, la lucha entre expresar la artisticidad versus la precisión proporcional, incluir en los diseños aspectos que requieren y observen los  códigos de construcción y atemperar los diseños y materiales a lo que permitan las capacidades financieras. También, hay una conversación vinculante con la persona porque el gesto arquitectónico tiene que considerar al usuario procurando facilitar la vida y gestión de la persona al usar determinado espacio. Además  el arquitecto tiene que dialogar con la sociedad, entender las aspiraciones de determinado grupo de personas, de donde vienen y hacia dónde se dirigen tomando en consideración aspectos como el cambio climático, la sostenibilidad, la globalización y otras importantes tendencias que caracterizan la modernidad. El diálogo en el gesto arquitectónico supone también una actitud de humildad y apertura en la medida que se vislumbra un diálogo intercultural, interreligioso, con diversos grupos sociales, económicos, étnicos y raciales que buscan preservar lo que son mientras que buscan habitar en espacios dignos, compartidos y atemporales.


Es vital comprender todo lo antes expuesto a fin de reconocer que el gesto arquitectónico como condición descriptiva de y para hacer arquitectura es un fenómeno complejo. A su vez, poder ver en acción como todos los componentes de ese gesto se van alineando es el mejor indicativo de que se están dando procesos importantes para que existan edificaciones y espacios inclusivos. Las edificaciones cada vez más tienen que ser pensadas como espacios para hacer vida, que propendan a potenciar a la persona en todas sus facetas de posibilidad, atendiendo sus limitaciones y necesidades. El gesto arquitectónico no es solamente arquitectónico porque cada construcción marca un hito, un antes y un después en la sociedad y así, las construcciones dejan de ser puramente arquitectónicas y el gesto se convierte en vida.  El buen gesto arquitectónico, es decir, la buena arquitectura es aquella que puede unir en relación simbiótica la utilidad, la esteticidad y sostenibilidad haciendo que todo eso exista en unicidad fructífera a fin de que las personas puedan habitar mejores espacios. 






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