El diseño y el hecho: ¿cómo la materia ocupa algo y forma espacios para la vida?

 La profunda relación, pero también la feliz fricción que existe entre los sistemas espaciales y materiales, esos que ponen las condiciones para hacer diseño, son de vital importancia para informar el proceso metabólico de crear cosas mediante la vía de diseño arquitectónico. En términos del sistema espacial, existe una dicotomía entre lo que es el espacio hábil (disponible) y la estructura (diseño) que pasará a ocupar un determinado espacio. En ese sentido, en ese acto casi malabarico de luchar por entender el espacio y buscar crear una estructura que lo llene mientras que lo potencializa y lo comprende es lo que genera buen diseño y por ende, buena arquitectura. Así como el pintor no puede crear sin conocer los colores, un arquitecto no puede diseñar si no conoce los espacios, las formas y los materiales. Los espacios tienen la necesidad de ser ordenados y sometidos a procesos vinculantes. Esos son los que el arquitecto hace al diseñar algo utilizando una serie de formatos y  metodologías que le permiten producir algo coherente, viable y utilizable. Más allá de todo, existe en el proceso de diseñar los espacios toda una interconexión de procesos que por separado  son inconclusos, pero en conjunción,  producen algo concreto. Así lo señala Isado Vigil, “Los puntos hacen líneas, las líneas hacen planos, los planos hacen superficies y las superficies hacen volúmenes”. 



En el proceso de diseño, durante la parte que trata el componente espacial, se analiza cómo los volúmenes o espacios se ven afectados por una serie de superficies determinantes, que son en primer lugar, la forma, pero también el tamaño, el color y la textura. Las formas tienen propiedades perceptuales como el volumen que sirve para establecer un ordenamiento composicional “que se nutre de patrones, secuencias y ritmos”. Más allá de eso, hay agentes que se desprenden de esas “superficies determinantes”, ejemplo de ellas son, el efecto de la forma en la planificación del espacio comunitario donde se va a cimentar, el lenguaje arquitectónico de determinado lugar, puesto que una edificación no habita sola o es invisible al resto, y cosas como los colores y proporciones, que  envían mensajes con significado en clave. También hay otros maneras de llegar a esa armonía en el espacio, ejemplo es la simetría es una vertiente particular de la estética que busca mediante el uso de determinados cánones y parámetros, como por ejemplo el del balance, crear equilibrio, armonía y unicidad entre todos los componentes de un diseño desde una perspectiva matemática. Todo esto sirve para demostrar la íntima relación entre los procesos cardinales y ordenados del ejercicio de diseño a fin de que la cosa diseñada pueda ocupar un espacio tangible en un contexto posible y adecuado. 



“La belleza puede determinarse mediante rasgos plenamente medibles, como lo son la simetría y la proporción”, así lo concluye el Dr. George Clarke en Belleza, Simetría y Salud. Entonces, aunque la belleza es subjetiva, los arquitectos han logrado codificar diversidad de formas de diseño que utilizando como base el orden metodológico, puedan producir espacios habitables y bellos, puesto que el diseño no creatividad desenfrenada, sino orden dentro un caos de ideas y posibilidades en la cabeza del arquitecto. Algunas formas de crear simetría en los espacios es mediante la utilización de esquemas de diseño como el nine-square, con el que el arquitecto busca generar un diseño equilibrado en cada uno de los recuadros, es decir, el diseño se segmenta para equilibrarse pero al final redunda en un diseño completo ordenado. Tambien existen otros sistemas de diseño que pretenden ordenar los espacios, ejemplo de ello el sistema lineal que busca diseñar vías de tránsito separadas de los espacios donde las personas están estudiando, trabajando o haciendo cosas que requieren mayor privacidad. Eso genera orden en los espacios puesto que claramente dirige la persona hacia una utilización particular del sitio.También está el sistema central,  configuración que centra la primacía del diseño en un centro alrededor del cual todos los elementos restantes se adhieren y son complementarios, ejemplo de esto son las famosas Rotondas. Por otra parte existe el sistema radial y espiral, donde los diseños comparten un centro común de origen como se puede apreciar en el Museo Guggenheim en Nueva York. Cabe destacar también el sistema de rotación, contrario o concurrente, que se caracteriza por manipulaciones sistemáticas a las formas geométricas componentes del diseño, ejemplo de esto es el Edificio de la facultad de Historia en Cambridge diseñado por James Sterling. Y también el de reducción, que busca la miniaturización de una construcción o ciertos espacios particulares en el diseño, como se puede apreciar en algunas fachadas de  la Sydney Opera House. 


A su vez, el sistema material es el segundo componente del sistema de diseño, y es igualmente crucial a fin de poder producir construcciones habitables y seguras. Este, por su naturaleza, busca viabilizar las edificaciones en su materia plenamente física, por ende, tiene a su haber considerar factores determinantes en esa línea.  Se puede argumentar que cosas como la sostenibilidad y pertinencia de los materiales, comprender la utilización de los espacios para asegurar que los materiales protejan y resistan ante el clima, posibilidad de controlar factores externos como el sonido, la ventilación y la energía, son factores que el arquitecto procura considerar al seleccionar los materiales que utilizará en el proceso de diseño y de construcción. Con un enfoque plenamente analitico, el sistema material busca entender las cargas materiales de una construcción compuesta por elementos que están repetidamente sometidos a acciones mecánicas.  Es importante reconocer que el objetivo fundamental de las construcciones es que una vez estén materializadas, puedan ser estables en su zapata (soporte) a fin de que sea una edificación segura y duradera, aunque hoy día también se procura que los materiales formen espacios sostenibles y resilientes. Las construcciones deben ser espacios que generen comodidad, es decir, que combatan la climatología negativa endémica del lugar y también tiene que generar espacios que permitan que la acción de habitar los lugares sea más fácil. Para esos fines, el diseño y el material tienen que funcionar en concierto. 






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