#15 - Una clase de arquitectura: Visión para una nueva interacción con los espacios.

 Ciertamente, Lloyd Wright tenía mucha verdad cuando sentenció que "El arte madre es la arquitectura. Sin una arquitectura propia, no tenemos alma de nuestra propia civilización". Esto no es algo que surge de una opinión banal o del apoyo ciego a uno de los más importantes arquitectos que haya existido, sino que es una afirmación que comparto luego de pasar por  un proceso transformativo de aprendizaje, concientización y evolución que experimente durante este semestre en mi clase de Introducción a la Arquitectura. Como estudiante de ciencias políticas, mi formación tiende a dejar fuera las artes y más la arquitectura, que una rama profesional en si. Sin embargo, mi reiterado interés por profundizar en temas de arquitectura, que había nacido en algunos viajes al extranjero y miradas a “coffee table books” de Klumb y Dalí, entre otros, me condujo a seleccionar un curso introductorio de arquitectura para satisfacer mi credito de arte. De esa decisión no me arrepiento. El formato ágil pero profundo de cada sesión estaba enriquecido por alguna lectura o documental que permitieron generar en mí un interés mayor por entender lo que sucede detrás de un edificio, es decir, pude entender que  “La arquitectura es una manera de pensar sobre el mundo… muy similar en estructura a escribir un libro, ya que ambas disciplinas representan el mismo campo y dominio” como dijo  Rem Koolhaas.

Mi interacción con los espacios se había limitado a usarlos y admirarlos, es decir, que además de habitar los espacios en donde hago mi vida y admirar construcciones hermosas, mi mirada no estaba educada para distinguir estilos, formas y patrones. El formato de la clase que comenzó por una análisis de los conceptos fundamentales aplicados a la arquitectura, el gesto arquitectónico, que es diseñar?, sistema espacial y material, además de estilo y ornamento, nos dieron una base sólida para poder comprender las especificidades de cada época, estilo y arquitecto desde Bramante hasta Moneo. Decía Mies van der Rohe que "La arquitectura es la voluntad de una época traducida al espacio". En ese sentido, es imposible concebir una arquitectura despersonalizada o antisocial. Al contrario, la arquitectura está profundamente vinculada a  los contextos antecedentes, presentes y futuros de una sociedad que necesita espacios sensibles, coherentes, útiles y bellos. Mejor lo diría Gehry, “La arquitectura debería hablar de su tiempo y lugar, pero anhelar la atemporalidad”. 

En términos generales, la clase me ha dado las herramientas para decodificar la arquitectura, dando así la posibilidad de mirar al mundo con una nueva macrovision en donde cada espacio tiene algo que contribuir. Un postulado que se repite constantemente, al menos en mis escritos, es la fórmula perfecta, utilidad práctica con buen diseño estético, con eso en términos generales se puede hacer buena arquitectura. Lo último, que hace referencia a la naturaleza estética que se desprende de una identidad artística y creativa del arquitecto es lo que imprime un carácter único y distintivo a cada obra construida. Dijo Norman Foster que “Como arquitecto diseñas para el presente, con una conciencia del pasado, por un futuro que es  esencialmente  desconocido”. La arquitectura no es puramente método o puramente emoción. La buena arquitectura logra fundir todos los elementos constitutivos que forman una construcción que sea útil para el usuario, contextualmente armoniosa y sostenible, y estéticamente agradable. Reconocer a la persona como una con los espacios que usa es vital al momento de hacer arquitectura puesto que de otra forma se estaría negando la interconexión profunda, real y completa entre la persona con su entorno físico externo. Es decir, que lo arquitectónico no es exclusivamente de si, al contrario, cada espacio diseñado y construido marca un antes y un después en la sociedad, lo arquitectónico pasa a convertirse en algo más, en vida.  

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    El arquitecto debe ser un profeta... Un profeta en el verdadero sentido del término... Si no puede ver por lo menos diez años hacia adelante, no lo llamen arquitecto”. Así, Lloyd Wright dejaba en claro que el indicio de una buena arquitectura es su atemporalidad, saberse sostener eficiente y estéticamente agradable aun cuando cambien los tiempos y estilos. Ya decía Zumthor, el arquitecto suizo que un “Un buen edificio debe tener alma”. Esta clase me ha permitido reconocer que cada construcción tiene que transmitir algo, es decir, tener sentido y sentimiento, forma y vibración, rigidez y a la vez ser expansivo. La buena construcción no es enemiga de la belleza, al contrario, se necesita. El mundo material no es enemigo del creativo, al contrario se complementan. El diseño en definitiva, además de ser idea es construcción y más que sentimiento sentirlo, ahí es cuando la arquitectura se transforma en una experiencia comprensiva e inmersiva que evoca, abraza y forma una atmósfera que trasciende y juega con las experiencias que la persona tiene en un determinado espacio. La arquitectura a su vez siempre ofrece algo, tendrá un valor inherente que aportar, aunque sea distinto para cada persona. Sirve para pensar después de esta clase que siempre quedará algo por pensar, diseñar, construir, es decir, algún espacio que llenar y por ende, arquitectura qué pensar.

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